El consumo saludable: un as en la manga de la temperatura controlada

Desde el origen de los tiempos, los hábitos de vida han dado forma y sentido a la manera en la que consumimos y, por tanto, a la forma en la que producimos. Por ello resulta previsible que, ante cualquier variación, se produzca una reacción en cadena.

La naturaleza interconectada de nuestras redes de producción y distribución han asegurado el constante abastecimiento de la población, desde las necesidades más básicas a las más particulares.

Esto resulta especialmente evidente en aspectos cotidianos como la alimentación, cuya cadena de suministro depende de múltiples actores que trabajan sincronizados con un único fin: que el producto llegue a la mesa del consumidor.

De la tierra y el mar al tenedor y la cuchara

Actualmente, según las últimas cifras compartidas por la ONU, en el mundo se produce suficiente comida como para alimentar a 10.000 millones de personas.

Ahora bien, esta producción no puede determinarse como una constante. Al tiempo que las personas han aumentado en número, también lo han hecho sus preferencias.

Así, cada uno de los 8.000 millones de habitantes de la tierra cada cierto tiempo varía su consumo, tomando pequeñas decisiones que, a la larga, modelan la labor de agricultores, ganaderos y pescadores.

Sin embargo, ellos son solo la primera onda de una serie que, en última instancia, requiere de una labor para muchos invisible, pero crucial: la distribución. Y es que, sin transporte, por mucha oferta que haya, no hay abastecimiento.

De lo particular a lo general

De esta forma, las decisiones individuales de los consumidores son capaces de crear nuevos estándares que, de adoptarse a tiempo, pueden generar un beneficio socioeconómico mutuo. Así ha sucedido en los últimos años con una tendencia que sigue en auge: el consumo saludable.

En la actualidad, un 33% de la población mundial considera que come bien.

La necesidad de llevar una vida saludable se ha convertido en una de las principales preocupaciones para el 65% de los españoles y para los organismos públicos que, como la Dirección General de Salud de Portugal, apuntan a los malos hábitos alimentarios como el principal factor que priva de más años de vida sana.

A todo ello, en los últimos 24 meses, los efectos de la pandemia no han hecho más que incrementar esta tendencia, poniendo el foco en uno de los principales garantes de este estilo de vida: la distribución refrigerada.

Un futuro prometedor para la cadena de frío

Encargado del adecuado transporte de carnes, pescados, frutas u hortalizas – básicos para el ya mencionado consumo saludable – el mercado de la alimentación refrigerada está en pleno auge.

Según el estudio de mercado elaborado por Brand Essence Market Research Company, el sector valorado en 295.890 millones de euros en 2018 evoluciona a una tasa de crecimiento anual del 3,92%, de manera que en 2025 se prevé que alcance los 387.270 millones.

Este ‘huevo de oro’ promete así un futuro repleto de actividad para un nicho que satisface una demanda enfocada en la salud y la sostenibilidad.

Adaptarse para competir

Como ecosistema en constante evolución, la cadena de suministro alimentaria, y los agentes que forman parte de esta, necesitan adaptarse para mantenerse competitivos y dar respuesta a las exigencias del sector.

De esta forma, los sistemas de inventario just-in-time han dado paso a operativas intensivas que, a diario, dan respuesta al consumidor tradicional, pero también al consumidor 4.0. Y es que el boom del e-commerce no ha hecho más que inflar las previsiones, aumentando la presión y la confianza depositada en la cadena de frío.

Como respuesta, y con el fin de hacer que este cambio en los hábitos de consumo sea beneficioso para empresa y cliente, los encargados de hacer llegar estos productos tanto al canal HORECA como a gran consumo llevan años preparando sus estrategias.

Gracias a esta planificación, más allá de garantizar la seguridad alimentaria, los profesionales del transporte a temperatura controlada como Soapa están pudiendo hacer frente a retos coetáneos como el aumento de los costes energéticos, la seguridad laboral, la necesidad de conocer en tiempo real la ubicación de cada carga, la trazabilidad y el auge del comercio online.

Sólo de esta forma, la cadena alimentaria y la cadena de frío han podido afrontar y podrán garantizar su supervivencia en el futuro, abordando con éxito
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